martes, 9 de mayo de 2017

Todo lo que quisiste saber sobre el Cambio de Hora y nunca te atreviste a preguntar

¿Así que quieres saber qué es esta pelotudez que nos carcome la existencia dos veces al año y para qué (no) sirve? ¡Llegaste al lugar correcto! Partamos de la más basal de las bases: ¿Qué es y por qué existe el Cambio de Hora?

El cambio de hora es retroceder una hora los relojes en otoño, para de ese modo tener más luz solar y "sopesar" la poca luz invernal, y volvemos a la situación original en primavera. Para entender de donde nació hay que entender un poco a nuestra amiga la latitud.

La latitud es la distancia en grados [º] desde el Ecuador (la mitad de la Tierra) hacia los polos. Entre mayor latitud, mayor diferencia entre las horas de luz en invierno y verano. Por ejemplo, Montevideo y Jerusalén están más o menos a la misma latitud (32º), y ambas ciudades en verano tienen unas 13.5 horas de sol (con un desfase de seis meses por estar en hemisferios distintos) y poquito más de 9.5 en invierno. Si avanzamos en latitud, empezamos a ver cosas más dramáticas: Anchorage (Alaska) y Villa Las Estrellas (Antártida) están como a 61º. En invierno tienen unas míseras seis horas de luz, pero en verano llegan a 18 (¡DIECIOCHO!) horas con el Astro Rey arriba. Ojo, esto es con el Sol presente. Entre que anochece y aún hay penumbra todavía hay un intervalo. 


George Hudson es el neozelandés que inventó el horario de invierno. Nueva Zelanda está aprox. en los 40º, por lo que la franja entre los 40º y 58º la bauticé jorgetitud (jorge => George; titud => latitud. Soy un genio). Cualquier cosa que sea menor tiene una diferencia lumínica muy pequeña para importarnos (Montevideo), y más allá es demasiado alta para que el cambio de hora haga una diferencia relevante (Anchorage). La jorgetitud es esa franja donde hay entre 6 y 9 horas de diferencia entre veranos e inviernos; acá correr el reloj puede hacerte levantar con luz solar todo el año. Por ejemplo, Roma (Italia), Wellington (Nueva Zelanda) y Puerto Montt (Chile) están en los 41º, y en sus veranos amanece a eso de las 6.00 am, en los inviernos a las 7.45 am. Es hacible.

La idea de George era correr la hora en invierno para así despertar más en sincronía con el Sol y estar más tiempo al aire libre. Y eso tenía sentido hace 115 años atrás cuando el mundo estaba en el auge de la Revolución Industrial, salir al parque, armar tanques para la Primera Guerra Mundial, etc., ¿pero hoy? 

Alaska. Invierno (izq) y Verano (der).

Hoy en día muchos de los que viven en la jorgetitud no tienen actividades enfocadas al aire libre. Estamos hablando de N Zelanda, la parte más densamente poblada de Canadá y casi toda la Unión Europea. El gran grueso de ese PIB y sus actividades económicas provienen de la generación de servicios y actividades terciarias, no primarias como pensó el George. De igual forma, el cómo pasan el tiempo libre los belgas en el 2017 es muy distinto a lo que hacían en 1901.

Hay quienes citan el gasto energético y el estado anímico como argumento a favor. Sin embargo, al revisar el World Happiness Report 2017 notaremos que Dinamarca y Mongolia (ambos en la jorgetitud) están mezclados con Colombia y Ghana (países tropicales). Lo mismo pasa al revisar la tasa de suicidios por país de la OMS el 2015. Siguiendo la lógica solar, Islandia debiera ser el país con la mayor tasa de suicidios del planeta y Brasil el menos suicida. Pasa lo contrario. 

¿Podría ser entonces que tal vez la felicidad de las personas esté determinada por algo aparte de las horas de Sol? Lo dejo a reflexión. 

¡Devuélvanme mi hora de sueño!

En 1984, a los malls gringos el cambio de hora les reportaba más compradores en sus tiendas, y en 1975 la dirección de tránsito yankee estimó un 2% de reducción de accidentes vehiculares fatales producto del plus lumínico. Nótense los años. En salud mental, hay quienes sostienen que la hora extra permite salir al aire libre, recibir vitamina D y evitar la depresión. Hay otros que dicen todo lo contrario, la hora extra te perjudica en cuanto rompe tu esquema biológico e incluso aumenta la posibilidad de infarto en un 10%. Recuperar nuestro horario biológico nos toma al menos una semana post-cambio de hora.

En términos económicos, la eficiencia energética es cada vez mejor en productos de todas las índoles. La calefacción eléctrica, ampolletas, electrodomésticos y nuestro propio estilo de vida hace que sigamos funcionando y consumiendo energía con o sin Sol arriba. El debate sobre si ahorramos o gastamos más corriendo la hora en invierno dependerá a quién le preguntes. Empero, al hacer la raya para la suma apenas hay un 1% de variación (para mejor o peor) entre el gasto promedio de Julio y Enero en la jorgetitud. Uno por ciento. Cuatro dólares por casa en los Estados Unidos, ese es el ahorro/gasto extra que nos genera el cambio de hora. 

Cada Marzo y cada Septiembre, la (pelotuda) discusión reinicia.

Al mismo tiempo, alrededor de $480.000.000 USD se pierden al lunes siguiente del cambio de hora (porque la mayoría de los países hacen el cambio durante el finde) según software especializado en medir productividad, y las tasas de estrés laboral tienen un sospechoso peak al día hábil inmediatamente posterior al cambio. Esto pensando sólo en un país. ¿Cuántas actividades y reuniones se planean a nivel internacional y que deben lidiar con cambios de hora poco consistentes? Recordemos esto: estamos en el siglo XXI interconectado, no 1900 donde George planteó su idea. 

Parecerá una nimiedad pero cuando hablamos de tantos países cambiando la hora, el impacto escala rápido. En temas de salud, economía y mi hora de sueño perdida, el horario de invierno es bastante más serio de lo que siento muchos gobiernos se lo están tomando. Y por último pero no menos importante: Chile. Siempre somos un caso.

Pongo una foto de Castro porque está en la jorgetitud y porque es bonito.

Entre La Serena y Temuco vivimos casi todos en Chile y esa franja estamos fuera de la jorgetitud. Siguiendo la lógica que plantié antes, no debiéramos tener horario de invierno porque a la mayoría no nos beneficia y porque siquiera estamos en el rango. La realidad es otra. Chile somos el país con mayor rango latitudinal del mundo y debemos analizar nuestro caso como tal, no con una ley pareja. Arica está casi en el trópico y tiene cambio de hora. Déjenme decir eso de nuevo: Arica e Iquique, ciudades que tienen más estabilidad solar que Montevideo, se someten al mismo cambio de hora en invierno que Coyhaique y Punta Arenas que están en plena jorgetitud

Amigos de Puerto Montt y más al sur, vecinos patagones argentinos: su caso es especial. Alemania y China tienen la misma discusión que ustedes, viven en luz similar y tienen horario de invierno. Pero yo en Quillota vivo a la misma latitud que El Cairo, ¡¡EL CAIRO WEÓN!! No me tiren el cacho a mí también. 

Chile se legisla como una unidad, mas muchas veces las realidades de las regiones son demasiado heterógeneas para hacer las cosas así de parejo. Este es sólo otro ejemplo. El horario de invierno genera más perjuicios que beneficios y cada año todos los países que lo hacemos nos vemos en el mismo pelotudo debate. 

Cada vez que alguien aquí cambia la hora, un camello en Egipto se ríe.

Pero además, los que estamos al norte de Puerto Montt nos involucramos en una discusión que no nos compete. Sí, en invierno hay menos luz solar, es cierto. Pero nuestro caso es microscópico comparado con la gente de Coyhaique, el cambio de hora nos genera perjuicios económicos, anímicos y complica un mundo que ya tiene suficientes problemas con las zonas horarias. Abandonémoslo, y si realmente la gente en Chiloé quiere continuar con él, que sus municipios sean capaces de tomar la decisión. Ellos deben dictaminar si tomarlo o no, no Santiago.

Sí. Quizá me extendí más de lo necesario, pero es un tema que tiene todos los elementos para que me dé rabia, y cuando me enojo me explayo. Es terapéutico, insisto. 

Saludos a Las Chicas Superpoderosas, recuerdo un episodio donde se abordó este tema. 

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